sábado, 17 de julio de 2010

Eslavófilo

Eslavófilo
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El adjetivo Eslavólifo que literalmente se refiere "amigo de los eslavos", pero que a nivel político e incluso filosófico se refiere a aquellos que atendían a la idea de la superioridad de la raza eslava.

Reseña Histórica
La contraposiciosión de los pensadores rusos a las reformas liberales de inspiración occidental y al absolutismo zarista fue el semillero de la llamada "intelligentsia rusa", grupo de presión que por constituir diferentes enfoque políticos se dividió. De una de estas divisiones surgieron entre otros los eslavófilos, ya en la Rusia del siglo XIX, a partir de la segunda mitad del siglo. Sus principales fundamentos se basaban en la idea de que el racionalismo greco-latino había contaminado con su apego a las leyes al cristianismo occidental, todo lo contrario a lo ocurrido en la Rusia ortodoxa.
Orígenes
Sus principales ideologos fueron Ivan Kireevsky, Aleksei Askasov y Yuri Samarin, el primero de todo fue el más radical en sus posturas implorando siempre la conveniencia de permanecer fieles a los ideales, creencias y cultura eslavos, que se identificaban con la Religión Ortodoxa, en contraposición a las demás etnias y sobre todo a los europeos germanos y latinos, cristianos pero protestantes, los primeros, y católicos, los segundos, así como para jusificarse en las guerras contra el Imperio Otomano. De estos ideales surgio un paneslavismo que se reflejó en la obra de Nikolai Danielevsky "Rusia y Europa" de 1869, obra muchas veces reeditada y que influyó grandemente primero en el totalitarismo ruso y posteriormente en el soviético. Sus afirmaciones idealizaban el cristianismo ortodoxo previo a Pedro el Grande, donde se usaba la "Unión Libre" de las personas, que imposibilitaba las individualidades por representar estas un egoísmo puro y occidental.
Fundamentos
Opuestos a los occidentalistas, consideraban que la solución de los problemas de Rusia estaba en la vuelta a la auténtica tradición pre-petrista y a la ortodoxia. Idealizaban el pasado ruso antes de la apertura a occidente, donde el aislamiento geográfico habría creado una Rusia armónica, sin privilegios, con autoridad pero sin abusos, ponían el futuro en manos del campesinado redimido, donde Moscú era el faro de la regeneración del mundo. Feodor Dostoïevski, llevó estos ideales a la más pura de sus expresiones en sus múltiple obras. Todo esto envuelto en un halo mesiánico que pretendía la pureza religiosa rusa.
Eslavofilismo post-imperio ruso
La idea de superioridad eslava no era el único fundamento de esta ideología, a ella se añadía la creencia en una elección divina de esta raza para dirigir y salvar al mundo, por ello impulsaban la unificación de los pueblos eslavos. Esta es en el fondo la base sobre la que, si bien con otro aparato conceptual, se apoyó también la URSS para justificar su política de expansión territorial y de influencia directa en los gobiernos y culturas de los países del este europeo, donde se entronizaron regímenes comunistas que, a través del Pacto de Varsovia, permitieron la permanencia de tropas soviéticas en sus territorios, lo cual por ende daba pie a la influencia política. Como corriente antioccidental ha servido de inspiración a corrientes de izquierda en América Latina y Asia, donde se intuye que todo lo occidental, capitalista y católico es contrario a la evolución natural de los pueblos no pertenecientes a la Europa occidental.
Véase:"Rossiia piered istoricheskim vyborom", Svobodnaia Mysl, 1993, n. 15. N Savistky "Geografieiskii obzor Rossiilevzarii", en Mir Rosii-levrazia, pp. 227-229
Fuente:
De Wikipedia, la enciclopedia libre

La Revolución Rusa: "El escenario"

FITPATRICK SHEILA: LA REVOLUCIÓN RUSA.

CAP. I “EL ESCENARIO”

A comienzos del siglo XX, Rusia era una de las grandes potencias de Europa, pero una potencia universalmente considerada atrasada en comparación con Gran Bretaña, Alemania y Francia. En términos económicos significó que había tardado en salir del feudalismo. En términos políticos, esto significaba que hasta 1905 no habían existido partidos políticos legales ni un parlamento central electo y que la autocracia sobrevivía con sus poderes intactos, la nobleza no había desarrollado un sentido de unidad corporativa lo suficientemente fuertes como para forzar al trono a hacer concesiones.
Las tres décadas anteriores a 1917, se caracterizaron por un aumento de la riqueza nacional, fue la primera fase de crecimiento provocado por las políticas oficiales de industrialización, la inversión externa, la modernización de la banca y la estructura del crédito y de un modesto crecimiento de la actividad empresaria autóctona.
El campesinado, que aún constituía el 80% de la población cuando se produjo la revolución, no había experimentado una mejora marcada en su posición económica. Pero contrariamente a algunas opiniones contemporáneas, casi se puede afirmar con certeza que tampoco había existido un deterioro progresivo en la situación económica del campesinado.
Tras la revolución de 1905, el Zar cedió y estableció un parlamento (Duma), legalizando los partidos políticos y sindicatos, pero la autocracia y la policía secreta minaron estas concesiones.

LA SOCIEDAD- Tanto la Rusia europea como y las relativamente evolucionadas regiones occidentales del imperio seguían siendo mayoritariamente rurales y no urbanizadas. Había un puñado de grandes centros industriales, generalmente fruto de la reciente y veloz expansión: San Petersburgo; Moscú; Kiev; Jarkov y Odessa junto a los nuevos centros mineros de la cuenca del Don, en la actual Ucrania, Varsovia, Lodz, Riga al Oeste; Rostov y la ciudad petrolera de Baku al sur. Pero las demás ciudades provincianas eran atrasadas.
En las aldeas, la forma tradicional de vida sobrevivía en buena parte, los campesinos aún poseían la tierra según el régimen comunal; y en muchas aldeas, el mir (consejo de la aldea), aún redistribuía periódicamente las parcelas.
Por supuesto que la emancipación transformó la vida de los campesinos, pero fue reglamentada con gran cautela de modo de minimizar el cambio y extenderlo en el tiempo. Continuaban trabajando su propia tierra, y a veces trabajaban bajo contrato la tierra de su anterior amo, mientras efectuaban pagos de “redención” al Estado, la comunidad de la aldea era colectivamente responsable de las deudas, implicando que los campesinos individuales aún estaban ligados a la aldea, aunque ahora por la deuda y por la responsabilidad colectiva del mir, no por la servidumbre. Los términos de la emancipación estaban previstos para evitar la afluencia en masa de campesinos a las ciudades y la creación de un proletariado sin tierra que representara una amenaza al orden público, pera también el resultado fue reforzar al mir y al viejo sistema de explotación de la tierra, y de hacer que a los campesinos les fuera imposible consolidar sus parcelas, mejorar sus posesiones o hacer la transición a la granjería independiente en pequeña escala.
Aunque abandonar la aldea en forma permanente era difícil, era fácil dejarlas en forma temporaria para trabajar como asalariado en la agricultura, la construcción, la minería o en las ciudades. Como uno de cada dos hogares campesinos de la Rusia europea tenía un integrante de la familia que había dejado la aldea en busca de trabajo, con una proporción más alta en Petersburgo y las regiones industriales centrales, la impresión de que la vieja Rusia sobrevivía casi inmutable podría ser engañosa.
La principal razón para la estrecha interconexión entre la clase obrera urbana y el campesinado era que la rápida industrialización era un fenómeno muy reciente. Pero aún entonces, la creación de una clase obrera urbana permanente quedó inhibida por los términos de la emancipación de los campesinos de la década de 1860, que los mantuvo atados a las aldeas.
A pesar de estas características propias del subdesarrollo, en algunos aspectos la industria rusa estaba muy avanzada para la época de la primer guerra mundial; el atraso relativo tenía sus ventajas al industrializarse tardíamente y con la ayuda de la inversión extranjera de gran escala, Rusia pudo saltear algunas de las primeras etapas, adoptar tecnología relativamente avanzada y dirigirse al tipo de producción moderna en gran escala.
Según la teoría marxista, un proletariado industrial altamente concentrado en condiciones de producción capitalista avanzada muy probablemente sea un revolucionario, mientra que una clase obrera pre-moderna que mantiene fuerte lazos con el campesinado no lo será. Sin embargo, la evidencia empírica del periodo 1890-1914 sugiere que el hecho de que la clase obrera rusa, a pesar de sus estrechos vínculos con el campesinado, era excepcionalmente militante y revolucionaria.
En primer lugar, la protesta económica limitada contra los empleadores – lo que Lenin llamó sindicalismo- era muy difícil en las condiciones que ofrecía Rusia, el gobierno tenía una importante participación en la industria nacional y en la protección de las inversiones extranjeras, y las autoridades no se demoraban en suministrar tropas frente a las huelgas; en segundo lugar, el componente campesino de la clase obrera rusa hacía que ésta fuese más, no menos revolucionaria, los campesinos rusos no eran como sus pares franceses, pequeños propietarios conservadores con in sentido innato de la propiedad. La tradición del campesinado de rebeliones violentas y anárquicas contra terratenientes y funcionarios, ejemplificadas por las revueltas de Pugachev en las revueltas de 1770, se volvió a manifestar en los alzamientos de 1905 y 1906: la emancipación de 1865 no había acallado en forma permanente el espíritu rebelde, pues no la consideraban una emancipación justa y adecuada, y cada vez más hambrientos de tierras, afirmaban el reclamo de tierras que no les había sido concedidas. Además, los campesinos que emigraban a las ciudades y se hacían obreros, a menudo eran jóvenes y libres de ataduras familiares, pero aún no estaban acostumbrados a la disciplina de las fábricas y padecían resentimientos y frustraciones que acompañaban al desarraigo.
Hasta cierto punto la clase obrera rusa fue revolucionaria, pues no tuvo tiempo de adquirir la “conciencia sindical” de la que escribió Lenin de ser proletario industrial arraigado, en condiciones de defender sus intereses a través de procedimientos no revolucionarios.
Sin embargo, las características “modernas” de la sociedad rusa, aún en el sector urbano y en los estratos superiores educados estaban aún incompletas. A menudo se afirmaba que Rusia no tenía clase media; y de hecho, su clase comerciante y de negocios continuaba siendo relativamente débil y las profesiones habían adquirido recientemente la jerarquía que se da por sentado en las sociedades industrializadas. A pesar de la creciente profesionalización de la burocracia estatal, sus niveles superiores continuaban dominados por la nobleza, que tradicionalmente era la que servía al estado.
La inteliguentsia rusa (rusos educados y occidentalizados), no se veía así misma como una elite, sino más bien como un grupo sin pertenencia de clase unido por una preocupación moral por la mejor de la sociedad, la capacidad de “pensamiento crítico” y, en particular, una actitud crítica y semi opositora al régimen. Para ellos era muy difícil percibir a la autocracia zarista como agente efectivo de modernización: los antecedentes de ésta eran demasiado erráticos, y su ideología política reflejaba con demasiada claridad nostalgia por el pasado más que una visión coherente por el futuro.

LA TRADICIÓN REVOLUCIONARIA- La misión que la inteliguentsia rusa se había auto asignado era mejorar a Rusia, por lo general aceptaba el socialismo (en el sentido que le daban los socialistas pre-marxistas europeos, en particular los “utopistas” franceses) como la forma más deseable de organización social, aunque no consideraban que fuese incompatible con una aceptación del liberalismo como ideología de transformación política. La vertiente de esta inteliguentsia conocida como populismo combinaba la oposición a la industrialización capitalista con una idealización del campesinado ruso, percibieron que el capitalismo había tenido un impacto destructivo sobre las comunidades rurales tradicionales de Europa, desarraigando a los campesinos de la tierra y forzándolos a sentarse en las ciudades, lo que los transformaba en un proletariado industrial explotado y carente de tierras. Anhelaban salvar la forma tradicional de organización aldeana de los campesinos rusos, la comuna o mir, de los estragos del capitalismo, pues lo creían una institución igualitaria, -tal vez una reliquia del comunismo primitivo- mediante el cual Rusia tal vez encontrara su propio camino al socialismo.
Entre 1873 y1874 integrantes de la inteliguentsia esta idealización del campesinado, así como la propia frustración de ésta a su propia situación y a las perspectivas de reforma política, llevaron al movimiento de masas espontáneo que mejor ejemplifica los anhelos populistas: el “ir al pueblo”, miles de estudiantes dejaron la ciudad para ir a las aldeas, no fue bien interpretado tanto por los campesinos como la policía zarista y las autoridades realizaron arrestos en masas. Los campesinos consideraron a sus visitantes no invitados como hijos de la nobleza y probables enemigos de clase. En 1881, el grupo de terroristas populistas Voluntad del pueblo logró asesinar al Emperador Alejandro II. El efecto no fue destruir la autocracia, sino asustarla, provocando más políticas represivas, mayor arbitrariedad y desprecio de la ley, así como la creación de un estado policial moderno.
En la década de 1880, como resultado de estos dos desastres populistas, los marxistas surgieron como grupo definido dentro de la inteliguentsia, repudiando el utopismo idealista, las tácticas terroristas y la orientación campesina que caracterizaba hasta entonces al elemento revolucionario. Los marxistas argüían que la industrialización capitalista de Rusia era inevitable y, que el mir campesino ya estaba en un estado de desintegración interna, apenas sustentado por el estado y las responsabilidades de recaudación de impuestos y pagos de redención impuesta por éste. Afirmaban que el capitalismo era la única vía posible al socialismo y que el proletariado producido por el desarrollo capitalista era la única clase en condiciones de producir la auténtica revolución socialista.
Hacia 1898 y 1914, el Partido Social-Demócrata Ruso de los Trabajadores dejó de ser terreno exclusivo de la inteliguentsia y se transformó, en sentido literal, en un partido obrero. En 1903, se celebró el segundo congreso del Partido Socialdemócrata Ruso de los Trabajadores, y sus dirigentes chocaron por un tema aparentemente menor: La composición del comité editorial del periódico del partido, dividiéndose el partido en las facciones “bolcheviques” y “mencheviques”, los bolcheviques seguían a Lenin, los mencheviques (que incluían a Pléjanov, Martov, y Trotsky) constituían un grupo mayor y más diverso, que consideraba que Lenin de había excedido en sus atribuciones.
Posteriormente a 1903, los mencheviques emergieron como los representantes más ortodoxos del marxismo, menos inclinados a forzar la marcha de los sucesos que conducirían a la revolución y menos interesados en crear un partido revolucionario organizado y disciplinado. Tuvieron más éxitos que los bolcheviques en ganar adherentes en las regiones no rusas del imperio, mientras que los bolcheviques los superaban en su convocatoria entre los obreros rusos..
En los últimos años de la pre-guerra 1910-1914 los mencheviques perdieron respaldo obrero, que fue ganado por los bolcheviques a medida que el estado de ánimo de los obreros se hacía más militante: los mencheviques eran percibidos como un partido más “respetable” y vinculado a la burguesía, mientras que a los bolcheviques se los consideraba más obreros y revolucionarios.

LA REVOLUCIÓN DE 1905 Y SUS CONSECUENCIAS; LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL- En el transcurso del medio siglo pasado, las guerras rusas no habían tendidos ni a ser exitosas ni a fortalecer la confianza de la sociedad en el gobierno. La humillación en la guerra de Crimea precipitó las radicales reformas internas de la década de 1860, la derrota diplomática sufrida por Rusia tras la guerra de los Balcanes a fines de la década de 1870 produjo una crisis política interna que sólo finalizó con el asesinato de Alejandro II. A comienzos del siglo XX la expansión rusa al lejano oriente chocó con Japón en la guerra de 1904. La consecuencia fue el espíritu de solidaridad nacional contra la autocracia y frente a la revolución liberal de 1905 el Zar Nicolás II concedía el principio de una constitución y prometía crear un parlamento electivo nacional (Duma), el manifiesto dividió a los liberales: los octubristas lo aceptaron, mientras que los demócratas constitucionales (cadetes) suspendieron formalmente su aceptación hasta tanto no se hiciesen nuevas concesiones, sin embargo en la práctica los liberales abandonaron la actividad revolucionaria para concentrarse en organizar los nuevos partidos octubrista y cadete para las ulteriores elecciones de la Duma.
Sin embargo, los obreros mantuvieron su actividad revolucionaria hasta fin de año, en octubre los trabajadores de san Petersburgo organizaron un “soviet” para proveer a la ciudad de una suerte de gobierno municipal de emergencia durante el un periodo en que las otras instituciones estaban paralizadas y tenía lugar una huelga general. Pero también se convirtió en un foro político para los trabajadores, y, en menor grado, para los socialistas de los partidos revolucionarios. El soviet de Petersburgo fue dispersado policialmente lo que llevó a una insurrección armada del soviet de Moscú, en que los bolcheviques habían ganado considerable influencia.
El resultado político de la revolución de 1905 fue ambiguo e insatisfactorio, Nicolás dejó claro de que Rusia era una autocracia, que si bien ahora consultaba al parlamento electo y los partidos estaban legalizados; pero la Duma tenía poderes limitados; los ministros sólo respondían al autócrata. Y una vez que las Dumas se mostraron insubordinadas fueron arbitrariamente disueltas; se introdujo un sistema electoral que les quitó prácticamente autoridad a varios grupos sociales y dio un excesiva representación a la nobleza terrateniente. Lo que la revolución de 1905 no cambió fue el régimen policial.
Ni los bolcheviques, ni los mencheviques tuvieron más que una participación marginal en la revolución obrera de 1905, no es que los obreros los hubiesen rechazado, sino que fueron sobrepasados, esto hizo que Lenin mirara esto con cierta frialdad. La revolución había llegado, pero el régimen se había defendido y había sobrevivido.
Una de las malas noticias que trajeron los años de pre fue que el régimen se estaba por embarcar en un programa de reforma agraria de fondo. Las insurrecciones campesinas de 1905-1907 habían persuadido al gobierno de abandonar su premisa anterior de que el mir era la mejor garantía de estabilidad rural. Cifraba ahora sus esperanzas en la creación de una nueva clase de pequeños granjeros independientes. Ahora se alentaba a los campesinos a consolidar sus posesiones y separarse del mir. Para 1914 un 40% de los hogares campesinos de la Rusia europea se habían separado formalmente del mir, aunque sólo una cantidad relativamente pequeña de ellos había completado los pasos para establecerse como propietarios que explotaran sus tierras propias y consolidadas. Las reformas de Stolipin eran “progresistas”, según la teoría marxista ya que sentaban las bases para el desarrollo capitalista de la agricultura. El campesinado tradicional de Rusia era dado a la insurrección. Si las reformas de Stolipin funcionaran, el proletariado rural perdería un importante aliado revolucionario.
En vísperas de la Primera guerra mundial, la situación de la autocracia era precaria, la sociedad estaba profundamente dividida y la estructura burocrática era frágil y su capacidad estaba excedida. La guerra expuso e incrementó la vulnerabilidad del antiguo régimen ruso. El público aplaudió las victorias pero no toleró las derrotas. La legitimidad del régimen era ya extremadamente precaria.-

La revolución rusa.

HILL CRISTOPHER: LA REVOLUCIÓN RUSA.

CAPITULO IV: HACIA UN ESTADO DE OBRERO Y CAMPESINOS.

I- La revolución rusa paradójicamente se produjo en un país el cual el 80% de su población eran campesinos, donde el proletariado era pequeño, en términos relativos y absolutos comparado con otro país de la Europa capitalista y desarrollada. Este artículo trata de cómo los bolcheviques superaron esta contradicción aparente, no cabe duda sobre las potencialidades revolucionarias de esta clase.
En los pueblos rusos se vivía una tradición, al igual que todos los países europeos bajo el régimen de servidumbre, según la cual la tierra pertenecía por derecho propio a los campesinos, se fundamentaba la tradición, en la nostalgia de un orden social más libres en los tiempos anteriores a la servidumbre, y en parte al equitativo derecho de quienes cultivaban directamente la tierra a consumir sus frutos. En los pueblos campesinos la tierra estaba dividida en dos mitades; una para el campesino y la otra mitad a los amos. Poseyendo así menos tierra de la que cultivaban.
A los campesinos redimidos de su servidumbre se les otorgaron unos lotes tierras, pertenecientes a los señores terratenientes. El gobierno indemnizó a éstos señores, a cambio el campesino debía pagar al gobierno un canon destinado a redimir definitivamente la tierra. En tanto no lo pagaran enteramente, era propiedad del gobierno, se le dio el nombre de redención a éste canon. Hasta que no pagasen la redención el campesino quedaba bajo el imperio de determinadas servidumbres feudales. El precio era alto y los lotes eran los peores de la propiedad del señor, el cual se quedaba casi siempre con todos los terrenos forestales de los que hasta entonces el campesino había sacado madera para construir y leña para calentar el hogar.
A excepción de los campesinos ricos, todos los demás hombres del campo se endeudaron al querer liquidar puntualmente sus obligaciones anuales para con el gobierno, deudas que fueron abolidas tras la revolución de 1905. A esta fecha ya habían pagado el triple del valor de esas tierras.
Entre 1861 y 1905, la extensión media de las propiedades de los campesinos disminuyó en un tercio, pera al aumentar la población este proceso se agudizó, debiéndose este aumento en parte, a las mejoras introducidas por los zemstvos liberales en los servicios médicos.
Simultáneamente, además, la posesión de parcelas insuficientes y malas y la dificultad de obtener permiso para desplazarse con libertad, ataban al campesino a la tierra como lo había atado la servidumbre feudal. Así siempre el terrateniente tenía mano de obra barata a su disposición y en cantidad. Desde 1886 en adelante el terrateniente tenía derecho a despedir a un trabajador, sin la menor apelación ni aviso, a cambio el trabajador no podía romper su contrato, ni aún por malos tratos, si se escapaba de la finca, la policía lo devolvía a ésta.
Aunque los campesinos pagaron su liberación, no lograron ser hombres libres; de esta suerte el campesino se iba haciendo consciente de que el estado era para él una fuerza extraña y hostil; esta actitud se reflejó en los partidos campesinos en cuyos planteamientos había muchos elementos anarquistas. De todas formas, el campesino no trasladaba toda su hostilidad y resentimiento del terrateniente al estado. Uno de sus principales objetivos era liberarse de las opresivas anualidades que pesaban por parte de tierras que les correspondían, pero otro no menos importante era el de obtener la otra parte de tierras, las que aún no poseía de ninguna forma.
Los asentamiento de 1861 habían establecido una relación geográfica muy desigual entre el campesino y el señor. El campesino miraba las cercas que rodean las tierras del señor como un obstáculo artificial impuesto arbitrariamente, y estaba decidido echarlas abajo a la primera oportunidad.
La emancipación de 1861, llevó a la larga a las clases burguesas un sentimiento de desazón e intranquilidad, en parte porque había animado la hostilidad del campesino hacia ellas y en parte también porque se empezó a ver como parásitos, este sentimiento quebrantó la moral y la confianza en su sistema social a los propietarios más conscientes. Sin embargo, los intelectuales de la clase propietaria criticaban igualmente las relaciones sociales en la forma en que se habían desarrollado en Occidente.
Según la frase de Turguenev, el campesino era “la esfinge de todas las Rusias”. Todos los partidos buscaban afanosamente su apoyo, la mayoría presumía de tenerlo.
Eslavófilos y narodniki sentían nostalgia romántica del pasado antes las decaídas instituciones comunales de los pueblos rusos, las cuales combinaban el autogobierno en los asuntos menudos de la vida agrícola con la regulación burocrática oficial que buscaba fiscalizarlo todo.
Los liberales burgueses, con su mirada puesta en parte de la Europa occidental, tendían a idealizar al campesino rico, el kulak comparándolo con los predecesores ingleses del los siglos XVII y XVIII, al concentrar su atención el kulak, perdían de vista la realidad de las masa de campesinos y su progresivo empobrecimiento.
Los primeros marxistas rusos, atentos ante todo a la contraposición burguesía-proletariado, también propendieron a ignorar al campesino. Dirigían su propaganda, en lo principal, al obrero de la ciudad, en contraste con los narodniki, para quienes “ir al pueblo” significaba ir al campesino.
Pero, en Rusia, a diferencia de otros países, los campesinos eran la inmensa mayoría, en el pasado habían sido una fuerza revolucionaria. En 1774-1776, un levantamiento de campesinos, junto con obreros de las fábricas de los Urales dirigidos por Pugachov, estos habrían llegado a controlar extensas áreas de Rusia a ambos lados del Volga, y después de 1861, se produjeron disturbios agrarios. En la época en que Lenin ya era un revolucionario maduro, las condiciones de vida del campesinado estaban llegando a un punto intolerable, y en el campo se vivía un efervescencia social que estallaría, casi espontáneamente en 1905-1907. El partido que lograse agrupar tras de sí al campesinado y dirigirlo constituiría la fuerza más poderosa de Rusia.


II- Lenin, en sus obras llegó a la conclusión, que la comuna agraria estaba en plano proceso de desintegración, y que a sustituirla venía, por una parte, el agricultor capitalista, y, por otra, el obrero asalariado del campo. Demostró que era un error hablar de “el campesinado” como grupo social único, como fuerza social única, porque la realidad era que ese campesinado estaba dividido por intereses de clases en conflicto; distinguía tres grupos:
1- Los agricultores ricos, los kulaks, que cultivaban más de 53 acres y serían el 12% de la población rural de Rusia y poseían el 35% de la tierra;
2- Los campesinos medios, pequeños propietarios, con fincas de 35 a 50 acres, formados por el 7% de la población rural y el 7% de la tierra;
3- Los campesinos pobres, cuyas parcela eran inferiores a los 35 acres, poseían una caballería o ninguna y dependían muchas veces, para subsistir, el salario que obtenían trabajando para otros agricultores; constituían el 81 % de la población rural y sus tierras el 35% del total. Además su número crecía constantemente.
Por último, los grandes terratenientes, el 0,002 % de la población rural, eran dueños del 27 % de la tierra.
El capitalismo, por consiguiente se extendía por el campo ruso; empero había un factor retardatario: el mir (Significa no sólo “comuna rural”, sino “el mundo”, “el universo” y la “paz”.
Uno que violase la comuna rompía también la paz. Esta antigua institución era el escenario del tipo de democracia y de autogobierno existente en el siglo XIX en Rusia. De tiempo en tiempo se procedía a redistribuir las parcelas.
Desde 1861, era la encargada y responsable de recaudar los impuestos y los pagos para la redención; convirtiéndose así en “asociación oficial y no voluntaria”, resultando útil al Estado, además era la responsable de todo desacato de sus miembros; por eso la burocracia decidió conservarla. Hasta 1907, había sido prácticamente imposible salir de la comuna.
Pero la aparición de las relaciones y psicología capitalista en los pueblos minó profundamente el mir; ya favorecía la igualdad, ya que de hecho la dominaban los campesinos ricos, quienes en las redistribuciones periódicas, se concedían más y las mejores tierras, al tiempo que adosaban cargas fiscales y tributos a los pobres.
Pero al mismo tiempo ese revivir de la comuna mataba el espíritu de empresa y la iniciativa de los kulaks, puesto que impedía la creación de fincas cercadas en las que pudiese invertir rentablemente el capital y además restringía la concentración de la tierra al no poder ser ésta vendida ni hipotecada. Así la supervivencia del mir hizo posible que se conservase un modo de producción antieconómico y entorpeció la movilidad del trabajo.
Así concluye Lenin que el capitalismo ya se estaba desarrollando en el campo ruso, y, con él, la estratificación del campesinado. Lenin creía que en la revolución que se avecinaba todos los grupos del campesinado no solo estarían dispuestos a seguir la iniciativa y dirección de la clase media, sino que incluso irían más lejos que la propia burguesía. Por eso abogaba por una “dictadura revolucionaria y democrática del proletariado y del campesinado”, pensaba que el partido socialdemócrata formase parte de un gobierno provisional revolucionario para mantener y defender la revolución. Todavía en 1905 pensaba que primero debía producirse la revolución burguesa, para luego pasar a la revolución socialista.


III- En julio de 1906, el ministro Stolipin fue nombrado con el encargo de quitar del medio a la Duma del estado y de reestablecer el “orden”. Pero no fue el viejo orden lo que fue restablecido, la revuelta campesina sembró el pánico entre la burocracia y la clase dominante, por eso se le permitió establecer una nueva táctica, era la misma que la de los bolcheviques, pero al revés. Stolipin quería ayudar y estimular fuerzas capitalistas en el campo. Otorgó a cabezas de familia derechos de propiedad absolutos sobre sus tierras de cultivo, junto con el derecho de establecer compromisos particulares con independencia de la comuna y de consolidar la situación financiera de esas tierras.
Hasta ese momento, la propiedad de estas tierras correspondía en su conjunto a la comuna, ahora todos menos los cabezas de familia fueron expropiados, así los agricultores pudieron de disponer de créditos para financiar la compra de fincas a cualquiera en disposición de venderlas, bien terratenientes asustados por los acontecimientos de 1905-1906, bien campesinos sin recursos a los que ahora se les permitía desprenderse de sus parcelas e irse donde quisieran. En 1917, la mitad de las tierras dejadas a la burguesía en 1961 habían pasado a manos de labradores, unos en calidad de arrendatarios y otros como compradores de pleno derecho.
Esta política significó el final de la comuna aldeana, triunfando el individualismo en el campo; así el gobierno pretendía ensanchar su base social y ganarse el apoyo no solo de la clase terrateniente, sino también el de los kulaks.


IV- En manos del partido bolchevique la eficacia de los análisis de Lenin se demostró de forma notable en dos ocasiones principales. Inmediatamente luego de la revolución de octubre el gobierno soviético adoptó la política agraria de los social-revolucionarios, herederos de las concepciones de los narodniki casi sin modificación, y pidió al campesinado que apoye esta política inédita durante los ocho meses que los social-revolucionarios dominaron el gabinete. El partido se escindió a propósito de esta cuestión; la izquierda de los social-revolucionarios proclamó su adhesión al gobierno soviético y ganó así el apoyo de la masa campesina, los viejos dirigentes derechistas del partido, al quedar así aislados, dejaron de crear problemas serios y pronto fueron absorbidos por los contrarrevolucionarios, los llamados “blancos”. Lenin había dicho que el aparato oficial del partido social-revolucionario estaba dominado por los intereses y aspiraciones de los kulaks y los liberales, pero que no existían intereses contrapuestos entre la masa de campesinos y los obreros de las ciudades.
Las segunda vez que los análisis de Lenin permitieron al partido bolchevique aplicar una política correcta fue durante la guerra civil y de intervención cuando las comunicaciones y el tráfico comercial estaba seriamente alterado y había escasez de alimentos en ciudades y tropas. Los campesinos acapararon el grano y los bolcheviques hicieron un llamamiento a aquellos campesinos que poco iban a ganar con el acaparamiento especulativo y casi todo que perder si se derrotaba la revolución. Formaron comités con prerrogativas de inspección y confiscación, confiándoles el abastecimiento del producto del campo a las ciudades. Así se salvó la revolución, luego de 10 años las ciudades pagaron su deuda enviando al campo centenares de tractores y cosechadoras a los campesinos pobres y medios, organizados en granjas colectivas, mientras que los kulaks y los especuladores siguieron a sus líderes de la derecha social-revolucionaria al olvido y la desaparición.
El desarrollo del capitalismo en Rusia aplicó a un país agrario la teoría que Marx había elaborado para los obreros del Occidente industrializado. Este análisis se aplica en la Europa del Este, donde la reforma agraria liquidó las grandes propiedades y, con palabras marxistas “ha completado la revolución burguesa”. El mismo análisis y tácticas aunque en forma diferente se aplica en China; cada vez se ven más claro que habrán de tener especial relevancia para Oriente Medio y la India. -

LA CAIDA DEL LIBERALISMO

HOBSBAWM ERIC. HISTORIA DEL SIGLO XX.

CAPÍTULO IV. LA CAIDA DEL LIBERALISMO.

I De todos los acontecimientos de esta era de las catástrofes, el que mayormente impresionó a los supervivientes del siglo XIX fue el hundimiento de los valores e instituciones de la civilización liberal, implicaba un rechazo a la dictadura y del gobierno autoritario, el respeto del sistema constitucional que garantizaba el imperio de la ley y un conjunto aceptado de derechos y libertades de los ciudadanos, como las libertades de expresión, de opinión y de reunión. Parecía evidente que esos valores habían progresado y debían progresar más, las dos últimas autocracias europeas, Rusia y Turquía, habían avanzado por la senda del gobierno constitucional, Irán adoptó la constitución belga.
Hasta 1914, esos valores sólo eran rechazados por elementos tradicionalistas como la Iglesia Católica, que levantaba barreras en defensa del dogma frente a las fuerzas de la modernidad, por algunos intelectuales rebeldes y profetas de la destrucción, procedentes de la “buenas familias” y de centros acreditados de cultura, y por las fuerzas de la democracia, un fenómeno nuevo y perturbador, sin duda, la ignorancia y el atraso de esas masas, su firme decisión de destruir la sociedad burguesa mediante la revolución social. Esto era motivo de alarma. Sin embargo, de esos movimientos democráticos de masas, aquel que entrañaba el peligro más inmediato, el movimiento obrero socialista, defendía, tanto en la teoría como en la práctica, los valores de la razón, la ciencia, el progreso, la educación y la libertad individual con tanta energía, como cualquier otro movimiento. Lo que rechazaban, era el sistema económico, no el gobierno constitucional y los principios de convivencia. En efecto, el elemento básico del gobierno constitucional liberal, las elecciones para constituir asambleas representativas y/o nombrar presidentes, se daba prácticamente en todos los estados independientes de la época.
La mayor parte de estos estados se daban en Europa y América, y que la tercera parte de la población vivía bajo el sistema colonial.
En definitiva, esta era de las catástrofes conoció un claro retroceso del liberalismo político que se aceleró notablemente cuando Hitler asumió el cargo de canciller de Alemania en 1933. En este periodo la amenaza para las instituciones liberales procedía exclusivamente de la derecha, dado que entre 1945 y 1989 se daba por sentado que procedía esencialmente del comunismo.
Las fuerzas que derribaron regímenes liberales democráticos eran de tres tipos, dejando de lado el sistema tradicional del golpe militar empleado en Latinoamérica, todas eran contrarias a la revolución social, su hostilidad y autoritarismo a las instituciones políticas liberales, aunque en ocasiones lo fueran por razones pragmáticas que por principio. Todas esas fuerzas tendían al nacionalismo, en parte por resentimiento contra algunos estados extranjeros, por las guerras perdidas o por no haber podido formar un vasto imperio, y en parte porque agitar la bandera nacional era una forma de adquirir legitimidad y popularidad. Había sin embargo diferencias entre ellas. Los autoritarios o conservadores de viejo cuño, -Hungría, Finlandia, Polonia, Servia y luego la nueva Yugoslavia unificada; y el General Franco en España- carecían de una ideología concreta, más allá del anticomunismo y de los prejuicios tradicionales de su clase, si se encontraron en la posición de aliados de la Alemania de Hitler, fue sólo porque la coyuntura de entreguerras la alianza “natural” era de la de todos los sectores de la derecha. Naturalmente las consideraciones de carácter nacional podían interponerse en ese tipo de alianzas. Churchill, era un atípico representante de la derecha más conservadora, manifestó cierta simpatía hacia la Italia de Mussolini y no apoyó a la República española contra las fuerzas de Franco, pero cuando Alemania se convirtió en una amenaza para Gran Bretaña, pasó a ser el líder de la unidad antifascista internacional, enfrentándose estos reaccionarios tradicionales también en sus países a la oposición de genuinos movimientos fascistas, que en ocasiones gozaban de apoyo popular.
Otra segunda corriente de la derecha dio lugar a lo que ha llamado “estados orgánicos”, o sea regimenes conservadores que, más que defender el orden tradicional, recreaban sus principios como una forma de resistencia al individualismo liberal y al desafío que planteaba el movimiento obrero y el socialismo. Se reconocía la existencia de clases o grupos económicos, pero se conjuraba el peligro de las luchas de clases, mediante la aceptación de la jerarquía social, y el reconocimiento de cada grupo social o “estamento” desempeñaba una función en la sociedad orgánica formada por todos y debía ser reconocido como una entidad colectiva. De este sustrato surgieron diversas teorías “corporativistas” que sustituían la democracia liberal por la representación de grupos de intereses económicos y profesionales. Se utilizó para designar este sistema “democracia o participación orgánica”, que se suponía superior a la democracia sin más, aunque de hecho siempre estuvo asociada con regímenes autoritarios o estados fuertes gobernados desde arriba esencialmente por burócratas o tecnócratas. En todos los casos abolía o limitaba la democracia electoral, sustituyéndola por una “democracia basada en correctivos corporativos”, representantes de esto, son algunos países católicos, destacándose el Portugal del profesor Oliveira Salazar, el régimen antiliberal de derechas más duradero de Europa (1927-1974), pero también Austria y en cierta medida la España de Franco.
Aunque los orígenes de estos regimenes y su inspiración fueran anteriores a los del fascismo y a la vez muy distintos, no había línea de separación entre ellos, porque compartían los mismos enemigos, sino los mismos objetivos. Así la Iglesia Católica, profundamente reaccionaria en la versión del Primer Concilio Vaticano de 1870, no sólo no era fascista, sino que por su hostilidad hacia los estados laicos con pretensiones autoritarias debía ser considerada adversaria del fascismo. Y sin embargo, la doctrina del “estado corporativo”, que alcanzó su máxima expresión en países católicos, había sido formulada en círculos fascistas (de Italia) que bebían entre, otras de fuentes de la tradición católica. Se los llamó fascistas clericales, se inspiraban directamente en el catolicismo integrista. El nexo de unión entre la Iglesia, los reaccionarios de viejo cuño y los fascistas era el odio común a la ilustración del siglo XVIII, a la revolución francesa y en cuanto creían fruto de ésta, la democracia, el liberalismo y, especialmente el comunismo ateo.
Esta identificación del catolicismo con la derecha cuyos principales exponentes eran Hitler y Mussolini creó graves problemas morales a los católicos con preocupaciones sociales, y cuando el fascismo comenzó a caer causó serios problemas políticos a una jerarquía cuyas convicciones antifascistas no eran muy firmes. Al mismo tiempo, el antifascismo o simplemente la resistencia patriótica al conquistador extranjero legitimó por primera vez al catolicismo democrático (Democracia Cristiana) en el seno de la Iglesia. Así comenzó a aparecer en donde los católicos eran una minoría importante, partidos políticos que aglutinaban el voto católico y cuyo interés primordial era defender los intereses de la Iglesia frente a los estados laicos (Alemania y Países Bajos). Donde el catolicismo era la religión oficial, la Iglesia se oponía a este tipo de concesiones a la política democrática, pero la pujanza del socialismo ateo la impulsó a adoptar una innovación radical, la formulación en 1891 de una política social que subrayaba la necesidad de dar a los trabajadores lo que por derecho les correspondía, y que mantenía el carácter sacrosanto de la familia y de la propiedad privada, pero no del capitalismo como tal. La Encíclica Rerun Novarum sirvió de base a los católicos sociales y para otros grupos dispuestos a organizar sindicatos obreros católicos y más inclinados hacia la vertiente liberal del catolicismo. Excepto en Italia, luego de la guerra donde el Papa Benedicto XV (1914-1922) permitió la formación de un importante partido popular (católico), que fue aniquilado por el fascismo, los católicos democráticos y sociales eran tan sólo una minoría política marginal. Fue el avance del fascismo lo que los impulsó en los años treinta a mostrarse más activos. Sin embargo en España la gran mayoría católica apoyó a Franco. Y sólo una minoría se mantuvo al lado de la República. En el periodo en que se produjo la caída del liberalismo, la Iglesia se complació de ésta salvo muy raras excepciones.


II Los movimientos a los que puede darse con propiedad el nombre de fascista son, el Primero de ellos es el fascismo italiano, sin embargo el fascismo italiano no tuvo un gran éxito internacional, a pesar de los intentos de inspirar y financiar movimientos similares en otras partes, a pesar de que ejerció cierta experiencia en algunos lugares inesperados, por ejemplo con el revisionismo sionista que en los años setenta ejerció el poder en Israel con Menahen Begin.
De no haber mediado el triunfo de Hitler en 1933, no se hubiera convertido en un movimiento general, en cuanto al antisemitismo, Mussolini lo adoptó luego de 1938.
La principal diferencia entre la derecha fascista y la no fascista era, que la primera movilizaba a las masas desde abajo. Análogamente, aunque el fascismo también se especializó en la retórica del retorno al pasado tradicional, no era realmente un movimiento tradicionalista del estilo de los carlistas de Navarra que apoyaron a Franco en la guerra civil española, o en las campañas de Gandhi en Pro del retorno a los telares manuales. Propugnaba muchos valores tradicionales, lo que es otra cuestión. Denunciaba la emancipación liberal – la mujer debía permanecer en el hogar y dar a luz muchos hijos- y desconfiaba de la insidiosa influencia de la cultura moderna y especialmente, del arte de vanguardia, al que los nacional-socialista alemanes tildaban de “bolchevismo cultural” y de degenerado. Sin embargo, los principales movimientos fascistas, -el italiano y el alemán- no recurrieron a los guardianes históricos del orden conservador, la Iglesia y la monarquía, al contrario intentaron suplantarlos por un principio de liderazgo totalmente nuevo encarnado en el hombre hecho a sí mismo y legitimado por el apoyo de las masas, y por unas ideología –y en ocasiones cultos- de carácter laico.
El pasado al que apelaban era un artificio. Sus tradiciones eran inventadas, el racismo de Hitler era, más bien una elucubración pos-darwiniana, que tenía el apoyo de la nueva ciencia de la genética aplicada (“eugenesia”) que soñaba con crear una superraza humana mediante la reproducción selectiva y la eliminación de los menos aptos. El fascismo triunfó sobre el liberalismo al proporcionar la prueba de que los hombres pueden, sin dificultad, conjugar unas creencias absurdas sobre el mundo con un dominio eficaz de la alta tecnología contemporánea.
Sin embargo, es necesario explicar esa combinación de valores conservadores, de técnicas de las democracias de masas y de una ideología innovadora de violencia irracional, centrada fundamentalmente en el nacionalismo. Ese tipo de movimientos no tradicionales de la derecha radical habían surgido en varios países europeos a finales del siglo XIX como reacción contra el liberalismo (transformación acelerada de las sociedades por el capitalismo) y contra los movimientos socialistas obreros en ascenso, y contra la corriente de extranjeros que se desplazaban por el movimiento migratorio.
El sustrato común de estos movimientos era el resentimiento de los humildes en una sociedad que los aplastaba entre el gran capital, por un lado, y los obreros en ascenso, por el otro; estos sentimientos encontraron su expresión más característica en el antisemitismo.
Estas tradiciones antiguas de intolerancia, calaban más, especialmente en las capas medias y bajas de la sociedad europea , su retórica y su teoría fueron formuladas por intelectuales nacionalistas que comenzaron a aparecer en la década de 1890, estas capas se integraron a la derecha radical sobre todo en los países donde no prevalecían la democracia y el liberalismo, o entre las clases que no se identificaban con ellas, esto es sobre todo allí donde no se había registrado un acontecimiento equivalente a la revolución francesa, en cambio en los países centrales del liberalismo occidental – Gran Bretaña, Francia, y Estados Unidos- la hegemonía de la tradición revolucionaria impidió la aparición de movimiento fascistas importantes.
Muchos fascistas eran ex -oficiales de la clase media, para los cuales la gran guerra había sido la cima de su realización personal, para los cuales la vida civil les auguraba un triste futuro. En general la atracción de la derecha radical era mayor cuanto más fuerte era la amenaza, real o temida, que se cernía sobre la posición de un grupo de la clases media. En Alemania, la gran inflación y Gran Depresión que la siguió radicalizaron incluso algunos estratos de la clase media como funcionarios de los niveles medios y superiores, cuya posición parecía segura y que en circunstancias menos traumáticas, se habrían sentido satisfechos en su papel de patriotas conservadores tradicionales, nostálgicos de emperador Guillermo pero dispuestos a servir a una república precedida por el Mariscal Hindenburg, si no hubiera sido evidente de que esta se estaba derrumbando.
Entre 1930-1932, los votantes de los partidos burgueses del centro y de la derecha se inclinaron en masa por el partido nazi, sin embargo no fueron ellos los constructores del fascismo.
En resumen, durante el periodo de entreguerras, la alianza “natural” de la derecha abarcaba desde los conservadores tradicionales hasta el sector más extremo de la patología fascista, el fascismo le dio una nueva dinámica, un orden.

III Sin dudas, el ascenso de la derecha radical después de la primera guerra mundial fue una respuesta al peligro de la revolución social y el fortalecimiento de la clase obrera en general, y a la revolución de octubre y al leninismo en particular. Sin ellos no habría existido el fascismo, aunque había habido demagogos ultraderechistas políticamente activos y agresivos en varios países europeos desde fines del siglo XIX, hasta 1914 habían estado siempre bajo control.
Sobre esta respuesta de la derecha a la izquierda, hay dos matices, en primer lugar, subestima el impacto que la primera guerra mundial tuvo sobre un importante segmento de las capas medias y medias bajas, los soldados y los jóvenes nacionalistas que en noviembre después de 1918, comenzaron a sentirse defraudados por haber perdido su oportunidad de acceder al heroísmo; ejemplo de esto es Hitler mismo, fue así un importante elemento en los primeros grupos armados ultranacionalistas, como los oficiales que asesinaron a los comunistas alemanes Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo a comienzos de 1919, los squadristi italianos y el Freikorps alemán; la primera guerra mundial fue una máquina que produjo la brutalización del mundo y estos hombres se ufanaban liberando su brutalidad latente. En segundo lugar, es que la reacción derechista no fue una respuesta al bolchevismo como tal, sino a todos los movimientos, sobre todos los de la clase obrera organizada, que amenazaban el orden vigente de la sociedad, Lenin el símbolo de esta amenaza, más que su plasmación real; para la mayor parte de los políticos, la verdadera amenaza no residía tanto en los partidos socialistas obreros, cuyos líderes eran moderados, sino en el fortalecimiento del poder, la confianza y el radicalismo de la clase obrera, que daba a los viejos partidos socialistas una nueva fuerza política y que de hecho, los convirtió en el sostén indispensable de los estados liberales. No fue simple casualidad que luego de la guerra se aceptara en todos los países de Europa la exigencia fundamental de los agitadores socialistas desde 1889: la jornada laboral de ocho horas.
Lo que les dio la oportunidad de triunfar luego de la guerra, fue el hundimiento de los viejos regímenes y, con ellos, de las viejas clases dirigentes y de su maquinaria de poder, influencia y hegemonía. En los países que esos regimenes se conservaron en buen estado, no fue necesario el fascismo (Inglaterra, Francia hasta la derrota de 1940). Tampoco fue necesario cuando una nueva clase dirigente nacionalista se hizo en el poder en los países que habían conquistado su independencia, podían ser esos hombres reaccionarios y optar por un gobierno autoritario, pero en el periodo de entre guerras era la retórica lo que identificaba con el fascismo a la derecha antidemocrática europea; no hubo un movimiento fascista en la nueva Polonia gobernada por militaristas autoritarios, ni en la parte checa de Checoslovaquia; en Hungría, Rumania, Finlandia e incluso en la España de Franco, cuyo líder no era fascista.
Las condiciones óptimas para el triunfo de esta ultraderecha extrema eran un estado caduco cuyos mecanismos de gobierno no funcionaban correctamente; una masa de ciudadanos desencantados y descontentos que no supieran en quien confiar; unos movimientos socialistas fuertes, que amenacen o pareciera, con una revolución social, pero que no estaban en situación de realizarla; y un resentimiento nacionalista contra los tratados de paz de 1918-1920. Tanto en Alemania como en Italia el fascismo no “conquistó el poder”, aunque recurrió a la retórica de “ocupar la calle” y “marchar sobre Roma”, en ambos países accedió al poder con la connivencia del viejo régimen o (como en Italia) por procedimientos “constitucionales”.
La novedad del fascismo ya en el poder es que se negó respetar las viejas normas del juego político y cuando le fue posible impulsó una autoridad absoluta.
El autor rechaza dos tesis sobre el fascismo, una liberal y la otra del marxismo ortodoxo. No hubo una “revolución fascista”, ni el fascismo fue una expresión del “capitalismo monopolista” o del gran capital; los movimientos fascistas tenían los elementos característicos de los movimientos revolucionarios, en la medida que algunos de sus miembros preconizaban una trasformación fundamental de la sociedad frecuentemente marcada con una tendencia anticapitalista y antioligárquica, sin embargo el fascismo revolucionario no tuvo ningún predicamento, Hitler eliminó a quienes se tomaban en serio el componente “socialista” de su partido.
Lo que sí consiguió el nacional socialismo fue depurar radicalmente las viejas elites y las estructuras institucionales imperiales. Fue el viejo ejército aristocrático prusiano quien organizó en 1944 una revuelta contra él. La destrucción de las viejas elites y de los viejos marcos sociales, reforzada luego de la guerra por la política de los ejércitos occidentales ocupantes, haría posible construir la República Federal Alemana sobre bases mucho más sólidas que la de la República de Weimar (1918-1933), que no era otra cosa que el Imperio derrotado sin el Kaiser. El nazismo cumplió parcialmente un programa social, vacaciones, deportes, el “coche del pueblo” (escarabajo Volkswagen. Sin embargo su principal logro fue haber derrotado la depresión con mayor éxito que otro gobierno, gracias a que el antiliberalismo de los nazis les permitía no comprometerse a aceptar a priori el libre mercado. El nazismo más que un régimen nuevo fue el viejo régimen radicalmente nuevo y revitalizado. Al igual que el Japón imperial y militarista de los años 30, era una economía capitalista no liberal, que consiguió la dinamizar el sector industrial, los logros en la Italia fascista fueron menos impresionantes, era mucho más claro un régimen que defendía los intereses de las viejas clases dirigentes, pues no surgió como una defensa frente a la agitación revolucionaria posterior a 1918 más que, como aparecía en Alemania, como una reacción a los traumas de la Gran Depresión y a la incapacidad de los gobiernos de Weimar para afrontarlos. El fascismo italiano continuó el proceso de unificación con la creación de un gobierno fuerte, combatió con éxito a la mafia siciliana y a la camorra napolitana.
En cuanto a la tesis del “capitalismo monopolista de estado” en los comienzos de la década de 1930, el capitalismo no mostraba predilección por Hitler y habría preferido un conservadurismo más ortodoxo, su apoyo fue tardío y parcial, sin embargo cuando Hitler accede al poder cooperó decididamente con él hasta el punto de utilizar mano de obra esclava y de los campos de exterminio, además se beneficiaron con la expropiación a los judíos.
Hay que reconocer que el fascismo presentaba algunas importantes ventajas al capitalismo que no tenían otros regímenes:

1- Eliminó o venció a la revolución social izquierdista, y pareció ser el bastión contra ella.
2- Suprimió los sindicatos obreros y otros elementos que limitaban los derechos de la patronal en su relación con la fuerza de trabajo.
3- La destrucción de los movimientos obreros contribuyó a garantizar a los capitalistas unas respuestas muy favorables a la Gran Depresión.

Finalmente, dinamizó y modernizó las economías industriales, aunque no obtuvo tan buenos resultados como las democracias occidentales en la planificación científico-tecnológica a largo plazo.

IV Probablemente, el fascismo no había alcanzado un puesto relevante en la historia universal de no haberse producido la Gran Depresión. Italia no era por sí sola un punto de partida lo bastante sólido como para conmocionar al mundo. En los años veinte, ningún movimiento europeo de contrarrevolución derechista radical parecía tener gran futuro; por la misma razón que había hecho fracasar los intentos de la revolución social comunista: la oleada revolucionaria posterior a 1917 se había agotado y la economía parecía haber iniciado una fase de recuperación. En Alemania, los pilares de la sociedad imperial. Los generales, funcionarios. Etc., habían apoyado a los grupos paramilitares de la derecha después de la revolución de noviembre, aunque consiguieron que la nueva república fuera conservadora y antirrevolucionaria, cuando se les forzó a elegir, como ocasión del putsch derechista de 1920 y la revuelta de Munich en 1923, en la que Hitler tuvo un papel destacado, apoyaron sin vacilar el statu quo. Tras la recuperación económica de 1924, el Partido Nacionalsocialista quedó reducido al 2,5-3 % de los votos, y en 1928 obtuvo la mitad de los votos que tuvo el pequeño y civilizado Partido Demócrata Alemán, algo más de una quinta parte de los votos comunistas y mucho menos de una décima parte de los conseguidos por los socialdemócratas. Sin embargo dos años más tarde consiguió el apoyo de más del 18% del electorado convirtiéndose en el segundo partido alemán. Cuatro años después era con más del 37% de los votos el primer partido, aunque no conservó el mismo apoyo durante todo el tiempo que duraron las elecciones democráticas.
Sin dudas, fue la Gran depresión la que transformó a Hitler en un fenómeno de la política marginal, en el posible, y luego real, dominador de Alemania.
Ahora bien, ni siquiera la Gran depresión habría dado al fascismo la fuerza e influencia que poseyó en los años treinta si no hubiera llevado al poder un movimiento de este tipo en Alemania, un estado destinado por su tamaño y potencial económico y militar y su posición geográfica a desempeñar un papel político de primer orden en Europa con cualquier forma de gobierno.
La conquista del poder en Alemania por Hitler pareció confirmar el éxito de la Italia de Mussolini e hizo del fascismo un poderoso movimiento político de alcance mundial. La política de expansión militarista agresiva que practicaron con éxito ambos estados –reforzada por la de Japón- dominó la política internacional del decenio.
Fuera de Europa no existían condiciones favorables para la aparición de grupos fascistas, aunque sí algunas características del fascismo europeo encontraron eco en otras partes, pero a diferencia del comunismo, no arraigó en absoluto en Asia y África (excepto entre algunos grupos europeos) porque no respondía a las situaciones políticas locales. Pese que los japoneses tenían similitudes con el nacionalsocialismo alemán (las afinidades con Italia eran mucho menores), Japón no era fascista.
En cuanto a estados y movimientos que buscaron el apoyo de Alemania e Italia particularmente durante la segunda guerra mundial, cuando la victoria del eje parecía inminente, las razones ideológicas no eran el motivo fundamental de ello, aunque algunos regímenes nacionalistas europeos de segundo orden, cuya posición dependía del apoyo alemán, decían ser más nazis que las SS, en especial el estado ustachá croata; sería absurdo considerar “fascistas” al Ejército republicano Irlandés o a los nacionalistas indios asentados en Berlín por el hecho de haber negociado tanto en la primera como en la segunda guerra el apoyo alemán.
Es sin embargo, innegable el impacto ideológico del fascismo europeo en el continente americano, pero fue en América Latina donde su influencia resultó abierta y reconocida, tanto en personajes como el colombiano Jorge Eliecer Gaitán, o el argentino Juan D. Perón, como sobre regímenes como el Estado Novo brasileño de Getulio Vargas. Aparte de Argentina que apoyó al eje claramente, los gobiernos del hemisferio occidental participaron de la guerra al lado de Estados Unidos, al menos en forma nominal. Es cierto sin embargo, que en algunos países suramericanos el ejército había sido organizado según el sistema alemán o entrenado en cuadros por cuadros alemanes o incluso nazis. En los años treinta América Latina no se sentía inclinada a dirigir su mirada hacia el norte, ya que EEUU debilitado por la Gran Depresión no parecía ser una potencia tan poderosa y dominante como antes, la decisión de Franklin D. Roosevelt de olvidarse de las cañoneras y los marines de sus predecesores podía verse no sólo como una “Política de buena vecindad”, sino también, erróneamente, como un signo de debilidad.
Lo que tomaron del fascismo europeo los dirigentes latinoamericanos fue la divinización de líderes populistas valorados por su activismo. Mientras que los regímenes fascistas europeos aniquilaron los movimientos obreros, los dirigentes latinoamericanos inspirados por él fueron sus creadores.


V Con todo, estos movimientos han de verse en el contexto del declive y caída del liberalismo en la era de las catástrofes, pues si bien es cierto que el ascenso y triunfo del fascismo fueron la expresión más dramática del retroceso liberal, es erróneo considerar, incluso en los años treinta, en función únicamente del fascismo. Es necesario explicar ahora cómo explicar este fenómeno y empezar a clarificar la confusión que identifica al fascismo con el nacionalismo.
Es innegable que los movimientos fascistas tendían a estimular las pasiones y prejuicios nacionalistas, aunque por su inspiración católica los estados corporativos semi-fascistas, como Portugal y Austria en 1934-1938, reservaban su odio mayor a los pueblos y naciones ateos o de credo diferente. Por otra parte, era difícil que los movimientos fascistas consiguieran a atraer a los nacionalistas en los países conquistados y ocupados por Alemania o Italia, o cuyo destino dependiera de la victoria de estos estados sobre sus propios gobiernos nacionales.
Por otra parte, es evidente que no todos los nacionalismos simpatizaban con el fascismo, la movilización contra el fascismo impulsó en algunos países un patriotismo de izquierda, sobre todo durante la guerra, en que la resistencia al eje encarnó en “frentes nacionales”, en gobiernos que abarcaban con todo el espectro político, con la única exclusión de los fascistas y de quienes colaboraban con los ocupantes. En términos generales, el alineamiento de un nacionalismo local junto al fascismo dependía de si el avance de las `potencias del eje podía reportarles más beneficios que inconvenientes y de su odio hacia el comunismo o hacia otro estado, nacionalidad o grupo étnico (los judíos, los servios) era más fuerte que el rechazo que les inspiraban los alemanes o los italianos.
¿Cuál fue la causa de que el liberalismo retrocediera en el periodo de entreguerras, incluso en aquellos países que rechazaban el fascismo? Los radicales, socialistas y comunistas occidentales de ese periodo consideraban que con la crisis mundial, era el fin del capitalismo, afirmaban que el capitalismo no podía seguir gobernando mediante la democracia parlamentaria y con una serie de libertades que habían constituido la base de los movimientos obreros reformistas y moderados. La burguesía enfrentaba problemas económicos insolubles y/o una clase obrera cada vez más revolucionaria, se veía ahora obligada a recurrir a la fuerza y a la coerción, esto es, a algo similar al fascismo.
Puesto a que los sistemas democráticos no pueden funcionar si no existe un consenso básico entre la gran mayoría de los ciudadanos acerca de la aceptación de su estado y de su sistema social o, cuando menos una disposición a negociar para llegar a soluciones de compromiso, a su vez esto resulta difícil en los tiempos de prosperidad. Entre 1918 y el estallido de la segunda guerra mundial esas condiciones no se dieron en la mayor parte de la Europa. El cataclismo social parecía inminente o ya se había producido. El miedo a la revolución era tan evidente que no se permitió prácticamente, en la mayor parte de Europa Oriental y suroriental, así como en una parte del Mediterráneo, que los partidos comunistas emergieran de la ilegalidad.
En el decenio de 1930, la democracia española fue aniquilada a efectos de las mismas tensiones. La principal razón de la caída de la República de Weimar fue que la Gran Depresión hizo imposible mantener el pacto tácito entre el estado, los patronos y los trabajadores organizados, que la habían mantenido a flote. La industria y el gobierno consideraron que no tenían otra opción que la de imponer recortes económicos y sociales, y el desempleo generalizado hizo el resto. A mediados de 1932, los nacionalsocialistas y los comunistas obtuvieron la mayoría absoluta de los votos alemanes y los partidos comprometidos con la República quedaron reducidos a poco más de un tercio. La negativa de los trabajadores organizados a aceptar los recortes impuestos por la Depresión, llevó al hundimiento del sistema parlamentario y, finalmente, a la candidatura de Hitler para la jefatura del gobierno en Alemania, mientras que en Gran Bretaña sólo entrañó el cambio de un gobierno laborista a un “gobierno nacional” (conservador), pero siempre dentro de un sistema parlamentario estable y sólido.
Fue sólo en América Latina en que la economía dependía básicamente de las exportaciones de unos o dos productos primarios, cuyo precio experimentó un súbito y profundo hundimiento, donde la Gran Depresión se tradujo en la caída casi inmediata y automática de los gobiernos que estaban en el poder, principalmente a consecuencias de golpes militares.
La vulnerabilidad de la política liberal, es la democracia representativa demostró ser poco convincente para dirigir los estados y las condiciones de la era de las catástrofes no podían hacerla viable y eficaz.
La primera de esas condiciones era que gozara del consenso y la aceptación generales, la democracia se sustenta en ese consenso pero no lo produce.
La segunda condición era un cierto grado de incompatibilidad entre los diferentes componentes del “pueblo”, cuyo voto soberano había de determinar el gobierno en común. El pueblo, un concepto teórico más que un conjunto real de seres humanos, consistía en un conjunto de individuos independientes cuyos votos se sumaban para obtener mayoría y minorías aritméticas, que se traducían en asambleas dirigidas como gobiernos mayoritarios y con oposiciones minoritarias. La democracia era viable allí donde el voto iba más allá de las divisiones de la población nacional o donde era posible conciliar o desactivar los conflictos internos. Sin embargo en una era de revoluciones y tensiones sociales, la norma era la lucha de clases trasladada a la política y no la paz entre las diversas clases. La intransigencia ideológica y de clases podía hacer naufragar al gobierno democrático.
Además el torpe acuerdo de paz de 1918, multiplicó la división del cuerpo de ciudadanos en función de criterios étnicos-nacionales o religiosos, como en la ex Yugoslavia y en Irlanda del Norte. La caída de los tres imperios multinacionales de Austria-Hungría, Rusia y Turquía significó la sustitución de tres estados supranacionales, cuyos gobiernos eran neutrales con respecto a las numerosas nacionalidades sobre las que gobernaban, por un número mucho mayor de estados multinacionales, cada uno de ellos identificados con una, o a lo sumo con dos o tres, de las comunidades étnicas existentes en el interior de sus fronteras.
La tercera condición que hacía posible la democracia era que los gobiernos democráticos no tuvieran que desempeñar una labor intensa de gobierno. Los parlamentos se habían constituido no tanto para gobernar sino para controlar el poder, sin embargo tuvieron que actuar como motores.
En el siglo XX se multiplicaron las ocasiones en las que era de importancia crucial que los gobiernos gobernaran. El estado que se limitaba a proporcionar las normas básicas para el funcionamiento de la economía y de la sociedad, así como la policía, las cárceles y las fuerzas armadas para afrontar todo tipo de peligros, internos y externos, había quedado obsoleto.
La cuarta condición era la riqueza y la prosperidad. Las democracias de los años veinte se quebraron bajo la tensión de la revolución y la contrarrevolución (Hungría, Italia y Portugal) o de los conflictos nacionales (Polonia y Yugoslavia), y en los años treinta sufrieron los efectos de las tensiones de la crisis mundial. Ni siquiera Checoslovaquia, auténtica democracia de Europa centro-oriental que ofrecía beneficios a todos los grupos nacionales, pero en los años treinta ni siquiera ella pudo mantener juntos a los checos, los eslovacos, alemanes, húngaros y ucranianos.
En esta circunstancia la democracia era más bien un mecanismo para formalizar las divisiones entre grupos irreconciliables. Muchas veces, no constituía una base estable para un gobierno democrático, ni siquiera en las mejores circunstancias, especialmente cuando la teoría de la representación democrática se aplicaba en las versiones más rigurosas de la representación proporcional. En los periodos de crisis, los costos del sistema parecían insostenibles y sus beneficios, inciertos.-
FITPATRICK SHEILA: LA REVOLUCIÓN RUSA.

CAP. V “LA REVOLUCIÓN DE STALIN”

El programa industrializados del primer plan quinquenal (1929-1932) y la colectivización forzada de la agricultura que lo acompañó se han descripto a menudo como una “revolución desde arriba”. Las fuerzas soviéticas debían ser “movilizadas” a los “frentes” de la industrialización y la colectivización; eran de esperar los “contraataques” y “emboscadas” de los enemigos de clase burgueses y kulak. Era una guerra contra el atraso de Rusia y los enemigos de clase del proletariado.
Bajo el Plan quinquenal realmente parecía un país en guerra, la oposición y la resistencia a las políticas del régimen eran denunciadas como traición y a menudo castigadas. La atmósfera de crisis de guerra no fue sólo una mera respuesta a la industrialización y colectivización, en realidad era anterior a éstas. El estado psicológico de emergencia bélica comenzó con la gran alarma de guerra de 1927, en que difundió la creencia de una nueva irrupción militar de los países capitalistas inminente, la Unión Soviética acababa de sufrir una serie de reveses en su política exterior y en la Internacional Comunista, etc. Trotsky responsabilizaba a Stalin de los desastres en política exterior, en particular el de China; se interpretó esto como una conspiración antisoviética dirigida por Gran Bretaña, la tensión aumentó cuando la GPU (sucesora de la Checa) comenzó a detener presuntos enemigos del régimen. En espera de una guerra los campesinos comenzaron a retacear el grano al mercado y hubo compras de bienes de consumo impulsadas por el pánico por parte de la población rural y urbana. En realidad se piensa que no hubo un peligro de intervención real.
Stalin, enfocó la discusión sobre la oposición, vilipendió a Trotsky y otros opositores y fueron expulsados del partido y luego en 1929, fue deportado. La inteliguentsia burguesa, pese a su pretendida lealtad hacia el poder soviético, seguía siendo un enemigo de clase con el cual no se podía contar. La nueva política recurría a los sentimientos de suspicacia y hostilidad hacia las antiguas clases privilegiadas, sin duda era una respuesta al escepticismo de muchos expertos e ingenieros de que los elevados objetivos del primer plan quinquenal pudieran lograrse. Stalin realmente creía en las conspiraciones y en el peligro de guerra inminente; no necesariamente sus colegas del politburó. Regularmente se invocaban estas causas para explicar problemas como la escasez de alimentos y las interrupciones en la industria, el transporte y la energía.

Stalin contra la derecha- En el invierno de 1927-8, la conducción del partido se dividió sobre la política a seguir con el campesinado; el problema inmediato era el suministro del grano. A pesar de la buena cosecha la comercialización por parte de los campesinos y el suministro por parte del estado cayeron muy por debajo a lo que se esperaba. El temor a la guerra era el factor pero también lo era el bajo precio que el estado pagaba.
Durante la NEP, el estado pagaba precios relativamente bajos a los campesinos y cobrando precios relativamente altos por los bienes manufacturados de la industria nacionalizada. Pero en los hechos esta relación fue mitigada por la existencia de un mercado libre que mantenía los precios que pagaba el estado cercano al nivel que señalaba el mercado. En ese entonces el estado no quería enfrentar a los campesinos e hizo concesiones, como cuando ocurrió la “crisis de las tijeras” de 1923-4, la discrepancia entre los precios agrícolas e industriales era demasiado pronunciada.
Sin embargo en 1927, el programa industrializador cambió la ecuación, que el suministro de grano no fuera confiable ponía en peligro los planes para una exportación de granos en gran escala que compensaría la importación de maquinarias extranjeras. Una suba del precio del grano reduciría los fondos disponibles para la expansión industrial, y tal vez hiciera imposible el plan quinquenal.
Además un aumento del grano beneficiaría a los “Kulak” –enemigos del régimen- más bien que al conjunto del campesinado.
Para Stalin el problema básico era que los Kulak estaban acumulando granos a escondidas con el propósito de tener de rehén al estado. El estado no cedería a las demandas pues la producción industrial tenía la prioridad. La solución era la coerción, la solución sería la colectivización agrícola que aseguraría un suministro de grano confiable para el suministro a las ciudades, el ejército rojo y la exportación quebrando el dominio de los Kulak en el mercado de granos.
Una oposición de derecha (Rykov-Bujarin) comenzó a aglutinarse en el partido a comienzos de 1928, a pocos meses de la derrota de la oposición de izquierda (Trotsky-Zinoviev). La postura de la derecha eran que el marco político y las políticas sociales de la NEP debían permanecer inmutables y que éstas representaban el verdadero enfoque leninista de la construcción del socialismo. Se oponía a a la coerción de los campesinos, el excesivo énfasis en el peligro Kulaks y las políticas destinadas a estimular una guerra de clases en el campo que enfrentara a los campesinos pobres con los más ricos.
Sugerían que las metas de producción industrial del primer plan quinquenal debían mantenerse “realistas”, es decir relativamente bajas; se oponía a la guerra de clases contra la antigua inteliguentsia, y neutralizar la atmosfera de crisis engendrada en la discusión de la inminencia de la guerra y el peligro de espías y saboteadores.
Bujarin, ardiente polemista pro Stalin en las batallas con los trotskistas y zinovievistas experimentaba una particular sensación de haber sido traicionado en lo personal. Reaccionó impetuosamente dando el paso, políticamente desastroso, de iniciar conversaciones secretas con algunos dirigentes de la derrotada oposición de izquierda en el verano de 1928. Acusó en privado a Stalin de ser un “Gengis Kan” que destruiría la revolución. A pesar de la iniciativa de Bujarin los derechistas del politburó no hicieron ningún intento real de organizar una facción opositora (ya habían observado los castigos que recibieron los del “faccionalismo” de izquierda, y discutieron con Stalin a puertas cerradas. Finalmente a comienzos de 1929, los derechistas fueron llevados a juicio.
El rótulo de derechistas se aplicaba tanto a los disidentes ideológicos como al “peso muerto” burocrático- es decir aquellos dirigentes que se los consideraban incompetentes, apáticos y corruptos para estar a la altura de los requerimientos de la agresiva revolución desde arriba ejecutada por Stalin. La plataforma de la derecha entrañaba un menor riesgo de conmoción social y política, y no requería que los cuadros del partido cambiaran los hábitos y la orientación de la NEP; prometía menos en materia de logros que Stalin, era un programa moderado, de poca ganancia y poco conflicto para un partido que era belicosamente revolucionario, se sentía amenazado por peligros internos y externos y continuaba creyendo que la sociedad podía y debía ser transformada.
Lenin había ganado aceptación con un programa como ese en 1921, pero en 1928-9, la derecha no tenía un Lenin que la condujera; y la política en retirada de la NEP ya no podía ser justificada (como en 1921) por la inminencia del colapso económico total y la revuelta popular.
La plataforma de la derecha era racional y tal vez también (como ellos decían) leninista, pero no era buena para hacer campaña dentro del partido comunista.

El programa industrializador- Para Stalin, como para el principal modernizador del último periodo zarista, el Conde Witte, un veloz desarrollo de la industria pesada de Rusia era un requisito previo a la fuerza nacional y el poderío militar.
Con la adopción del primer plan quinquenal en 1929, la industrialización se convirtió en la primera prioridad del régimen, este plan se centró en el hierro y el acero, llevando a las plantas ya establecidas en Ucrania a su máxima capacidad productiva y construyendo nuevos centros.
Las plantas de producción de tractores también tenían alta prioridad, no sólo por las necesidades inmediatas de la agricultura colectivizada (aumentadas por que los campesinos habían sacrificado sus animales de tiro durante el proceso de colectivización) sino porque podían ser reconvertidas para producir tanques fácilmente. La industria de máquinas-herramientas se expandió rápidamente con el fin de librar al país de la importación de maquinarias del extranjero. La industria textil languidecía, a pesar del hecho de que el estado había invertido intensamente para desarrollarla durante la NEP; pero, según Stalin, el ejército rojo no combatiría con cueros y telas sino con metal.
De hecho, la inversión en carbón, energía eléctrica y ferrocarriles fue tan insuficiente que la escasez amenazaba con paralizar las plantas metalúrgicas.
Así el estado tomó el control casi total de la economía, la distribución y el comercio urbano; y esta vez su participación fue permanente. La limitación de las manufacturas y el comercio privado comenzó en los últimos años de la NEP; y el proceso se aceleró con una campaña contra los hombres de la NEP. Con la colectivización simultánea de buena parte de la agricultura campesina, la vieja economía mixta de la NEP desaparecía rápidamente.
Para los bolcheviques, el principio de la planificación centralizada y control estatal de la economía tenía gran significado, y el plan quinquenal fue un hito en el camino al socialismo.
Se instó a la industria a exceder las metas del plan más bien que simplemente cumplir con ellas; no pretendía adjudicar recursos o equilibrar demandas, sino hacer avanzar la economía a cualquier costo.

Colectivización- Los bolcheviques siempre creyeron que la agricultura colectiva era superior a la individual, pero dentro de la NEP, se dio por sentado que convertir a los campesinos en ese punto sería un largo y arduo proceso. Pero el proceso de industrialización estaba estrechamente vinculado a la cuestión de la agricultura, para que el proceso fuese exitoso el estado necesitaba suministro de grano confiable y a bajo precio. Stalin consideraba al especulador kulak culpable de la crisis de suministros y creía además que la colectivización de la agricultura campesina proveía el mecanismo de control que el estado necesitaba para garantizar suministros al precio y en el momento adecuado. La colectivización voluntaria de 1928 produjo resultados modestos, a medida que iban en aumento los métodos coercitivos, aumentó la hostilidad entre el régimen y el campesinado. En el verano de 1929, una vez que eliminó buena parte del mercado libre de granos, el régimen impuso cuotas de suministros y penas por no cumplirlas.
Para fines de 1929, el partido se comprometió a un programa absoluta de la colectivización de la agricultura campesina, pero los kulak no serían admitidos en las nuevas granjas colectivas; los kulak debían ser “liquidados como clase”.
Algunos kulak expropiados huyeron a las ciudades, pero otros se escondían de día en los bosques y aterrorizaban a las aldeas por la noche; ante este evidente desastre el régimen reaccionó de dos maneras; primero llegó la OGPU y los arrestó organizando deportaciones a Siberia, los Urales y el norte. En segundo lugar, la dirigencia del partido retrocedió algunos pasos en el enfrentamiento extremo con el campesinado, a medida que se acercaba la siembra de primavera, en marzo Stalin dijo que los dirigentes locales excedieron sus instrucciones y ordenó devolver la mayor parte de animales colectivizados, con excepción de aquellos que habían pertenecidos a los kulak.
Es indudable que la colectivización representó una verdadera “revolución desde arriba” en el campo, el mir aldeano fue abolido en 1930 y la administración del koljoz (granja colectiva) que lo reemplazó estaba encabezado por un presidente designado. Las granjas colectivas debían entregar cantidades fijas de grano y alimentos al estado, cuyo costo se dividió entre los integrantes del koljoz según su contribución en el trabajo.

Revolución cultural- La lucha contra los enemigos de clase fue la gran preocupación de los comunistas durante el primer plan quinquenal. Durante la campaña de colectivización, la “liquidación de los kulak como clase” era el punto focal de la actividad comunista. En la reorganización de la economía urbana, los empresarios privados (hombres de la NEP) eran los enemigos de clase a eliminar. Estas políticas tenían su contrapartida en la esfera cultural e intelectual, en la cual el enemigo de clase era la inteliguentsia burguesa, el propósito de la revolución cultural era establecer la “hegemonía” comunista y proletaria, que términos prácticos significaba tanto afirmar el control del partido sobre la vida cultural como abrir la elite administrativa y profesional a una nueva cohorte de jóvenes comunistas y trabajadores.
La revolución cultural fue iniciada por la facción de Stalin, significó un rechazo de las pretensiones de la antigua inteliguentsia a la superior cultural y el liderazgo; esta campaña se la vinculaba con la lucha de Stalin contra la derecha. Para los jóvenes radicales era una vindicación y, una liberación.
Fue un movimiento juvenil iconoclasta y beligerante, no dóciles a la herramienta partidaria, tenían una hostilidad instintiva hacia la mayor parte de las autoridades y las instituciones existentes, sospechadas de tendencias burocráticas y “objetivamente contrarrevolucionarias”. Su piedra de toque revolucionaria era la guerra civil, eran enemigos jurados del capitalismo, pero tendían a admirar a los EEUU, pues su capitalismo era moderno y en gran escala.
Creían que un cambio apocalíptico era inminente, como lo habían creído muchos entusiastas comunistas en la guerra civil; Stalin afirmó hacia 1930 que esa creencia era un error. Luego la dirigencia del partido comenzó un serio intento de disciplinar a los activistas de la revolución cultural y terminar con sus “estúpidas intrigas”.
Stalin y la dirigencia del partido, los emplearon para desacreditar teorías asociadas con Trotski o Bujarin, atacar a ex mencheviques o facilitar la subordinación de respetadas instituciones culturales “burguesas” al control del partido.
Stalin lanzó una campaña intensiva para enviar a jóvenes obreros y comunistas a recibir educación superior, produciendo un importante trastorno en las universidades y escuelas técnicas, indignando a los profesores “burgueses”. Estudiaban ingeniería mayormente, ya que por entonces se consideraba que los conocimientos técnicos, no la ciencia social marxista, eran la mejor calificación para el liderazgo en una sociedad en vías de industrializarse. El grupo, que incluía a Nikita Jrushov, Leonid Brezhnev, Alexei Kosyguin y otros futuros dirigentes del partido y el gobierno, se transformaría en el núcleo de la elite política estalinista tras las grandes purgas de 1937-8.
Para éstos, hijos de la clase obrera, la revolución había cumplido su promesa de darle el poder al proletariado y transformar a los trabajadores en amos del estado.
Sin embargo para otros integrantes de la clase trabajadora, el balance final de la revolución de Stalin fue mucho menos favorable. Durante el primer plan quinquenal, los niveles de vida y el salario cayeron para mayor parte de los trabajadores, los sindicatos perdieron toda capacidad real de presionar por los derechos de los trabajadores en las negociaciones con los administradores.
También en la esfera política hubo cambios, aunque más sutil y gradual, comenzó en serio el culto a Stalin; con el recuerdo del implacable ataque a la oposición de izquierda, los líderes “derechistas” se cuidaban; y una vez derrotados su castigo fue proporcionalmente mesurado. Los desacuerdos abiertos en materia de política ahora eran una rareza en los congresos partidarios. La conducción del partido tenía una actitud más secreta, los líderes -en particular el supremo líder- comenzaron a cultivar atributos divinos, haciéndose misteriosos e inescrutables.
La prensa fue menos vivaz e informativa en materia de asuntos internos, se pregonaban los logros económicos distorsionando la realidad y manipulación de las estadísticas, y las noticias de la hambruna de 1932-3 nunca llegó a los diarios. El contacto con occidente se volvió mucho más restringido y peligroso durante el primer plan quinquenal, el aislamiento de Rusia implicó una consecuencia de la meta de “autarquía económica” del primer plan quinquenal que implicaba alejarse del mundo exterior. Quedaba por ver hasta que punto había logrado su objetivo de sacar a Rusia del atraso.-

jueves, 15 de julio de 2010

Tortugas.

Tortugas es una comuna del departamento Belgrano, provincia de Santa Fe, Argentina. Se ubica sobre la ruta nacional 9 que une las ciudades de Rosario y Córdoba y a 235 km de la capital provincial Santa Fe (capital).


Historia
1800, pequeño núcleo "Pago del Desmochado", donde habitaba el pueblo originario de los Querandíes
1858 una de las tres Postas del camino Rosario a Córdoba, estaba en Tortugas, en "3 de Febrero"
1862 se crea el "Distrito Tortugas"
1867 se delimita el distrito
12 de marzo de 1870, con el FFCC Rosario a Córdoba nace la colonia de Tortugas (decreto del 8 de setiembre de 1870
A la zona llegan colonos de Piamonte y de Lombardía, Italia

[editar] Santa Patrona
Nuestra Señora del Valle, festividad: 12 de junio
MISM esta conformado por Luis Mario Guzman, Alejandro Santiago Marquez y Alejandro Juan Lucas Rodriguez

Historia de la ciudad de Carcaraña.

Su fundación oscila entre 1870 y marzo de 1871. Dicha imprecisión corresponde a los datos contradictorios que suministró el inspector de Colonia Guillermo Wiltken y el registro de compras de tierras de la "Compañía de Tierras del Ferrocarril Central Argentino" quien efectuó el trazado de la población.
Creación del Municipio
8 de enero de 1981
[editar] Historia
Las tierras del actual distrito de Carcarañá tuvieron un dueño poderoso: los pueblos originarios. Los europeos al llegar a estas tierras usaban una concepción geopolítica de avasallamiento y usurpación, creando imágenes falsas de la realidad: "que esta zona era un desierto, que solo había silencio, solo había precariedad". Los originarios (considerados subhumanos, "hasta quizás sin alma"): Timbués, Chanás, Caracaraes, de modo trashumante recorrían la pampa en busca de alimentos.

finales de s. XVII, ostenta títulos usurpados de propietario, el vecino de Santa Fe, maestro de campo Antonio de Vera Muxica, solicita y obtiene por Merced Real las tierras desde la bajada de San Lorenzo, hasta el río y Bajo de Salinas (hoy arroyo Ludueña), estableciendo la "Estancia de la Bajada de los Espinillos de Mendieta". *1719, Vera Muxica vende la estancia a la Compañía Jesuita de Santa Fe, para la cría de vacunos, mulares y caballares (establecimiento jesuita más productivo)
1767, el rey Carlos III expulsa a la Compañía de Jesús de las tierras del reino de España. Los jesuitas abandonan las tierras, conventos y estancias, pasando la administración de las mismas a la Junta de Temporalidades de Santa Fe, a cargo del Tte. de Gobernador Joaquín Maciel. Dicha junta tras inventariar y tasar las propiedades las subasta
1775, las adquiere José Basualdo. Sobre esos terrenos (actual distrito de Capitán Bermúdez) se levantó la "Posta del Espinillo", que dependía del sistema de postas "de la carrera del Paraguay". En el camino real a Asunción, prestaba su servicio, 20 km al Sur hasta la capilla del Rosario, y 25 km al Norte hasta el arroyo San Lorenzo
1787, el primer maestre de posta Juan Toval, fallece, fue remplazado por Anselmo Basualdo Ramos. Tras perder la vida en forma violenta, lo sustituye su viuda Francisca Roldán y luego Sebastián Basualdo, quién colabora con Celedonio Escalada y con el general San Martín, dándoles caballada necesaria la noche del 2 de febrero de 1813. Será en la Posta del Espinillo, donde los Granaderos a Caballo del Coronel José de San Martín cargarán contra la infantería de marina realista frente al Convento San Carlos en San Lorenzo.
1870 ó 1871, proyecto de colonización con inmigrantes europeos; bajo el control de la "Compañía de Tierras" del Ferrocarril Central Argentino quien conformaba colonias en cada Estación de FF.CC., habitándose a partir de las leguas otorgadas por el Gobierno a esta empresa extranjera. La fundación es imprecisa, por contradicciones del inspector de Colonias Guillermo Wiltken y el registro de compras de tierras de la "Compañía de Tierras del Ferrocarril Central Argentino" quien trazó el ejido urbano. Si bien se debe la fundación del poblado a los ingleses, no fueron ellos los primeros en habitar estas tierras cercanas al río, ya que, sus primitivos pobladores fueron el pueblo originario Querandíes. Aniquilados con la usurpación de los realistas que establecieron grandes haciendas en la región, siendo los propietarios más destacados, hasta el siglo XVIII, los Padres Jesuitas (Estancia de San Miguel del Carcarañal)
1906 Club Atlético Carcarañá, "Cremería"
1907 Club Atlético y Biblioteca Campaña
1919 Colegio Niño Jesús de Praga
1924 Biblioteca Pablo A. Pizzurno
[editar] Datos censales
1870, primer dato censal de la colonia de Carcarañá (Censo de dicha Compañía de Tierras, dando 14 familias con 63 integrantes
1872 500 hab. en 102 familias: suizas, francesas, alemanas e italianas, y en menor cantidad norteamericanas, inglesas, austríacas, polacas, suecas y chilenas
1887 Censo Provincial: 1649 hab. (980 argentinos y 669 extranjeros)
1890 El 10 de diciembre dejó de ser colonia y se convirtió en Comuna
1930 Alcanzó los 6.000 hab. Poseía: Juzgado de paz, Registro Civil, Comisaría y Edificio de Correos y Telégrafos
1970 8.788 hab., en solo diez años la población se incrementó en 2.000 personas, por las penosas condiciones de vida de múltitud de pequeñas localidades fuera de rutas pavimentadas y de vías de FF.CC; y el atractivo de Carcarañá como polo industrial y fuente de trabajo para migrantes nativos de otras provincias que comenzaron a radicarse en sucesivas oleadas migratorias hacia los años 1960 (Entre Ríos, Corrientes, Chaco, Formosa) empobreciendo aún más aquellas provincias.
Logrando tras ese constante crecimiento la categoría de Ciudad el 8 de enero de 1981, puesto que el censo arrojó una población de 11.526 hab.
Toponimia
Del pueblo originario Querandíes que por su bravura los llamaron "Cara-caraes", vocablo del guaraní "Cara-cara-añá" que significa "Carancho Diablo".