sábado, 17 de julio de 2010

La Revolución Rusa: "El escenario"

FITPATRICK SHEILA: LA REVOLUCIÓN RUSA.

CAP. I “EL ESCENARIO”

A comienzos del siglo XX, Rusia era una de las grandes potencias de Europa, pero una potencia universalmente considerada atrasada en comparación con Gran Bretaña, Alemania y Francia. En términos económicos significó que había tardado en salir del feudalismo. En términos políticos, esto significaba que hasta 1905 no habían existido partidos políticos legales ni un parlamento central electo y que la autocracia sobrevivía con sus poderes intactos, la nobleza no había desarrollado un sentido de unidad corporativa lo suficientemente fuertes como para forzar al trono a hacer concesiones.
Las tres décadas anteriores a 1917, se caracterizaron por un aumento de la riqueza nacional, fue la primera fase de crecimiento provocado por las políticas oficiales de industrialización, la inversión externa, la modernización de la banca y la estructura del crédito y de un modesto crecimiento de la actividad empresaria autóctona.
El campesinado, que aún constituía el 80% de la población cuando se produjo la revolución, no había experimentado una mejora marcada en su posición económica. Pero contrariamente a algunas opiniones contemporáneas, casi se puede afirmar con certeza que tampoco había existido un deterioro progresivo en la situación económica del campesinado.
Tras la revolución de 1905, el Zar cedió y estableció un parlamento (Duma), legalizando los partidos políticos y sindicatos, pero la autocracia y la policía secreta minaron estas concesiones.

LA SOCIEDAD- Tanto la Rusia europea como y las relativamente evolucionadas regiones occidentales del imperio seguían siendo mayoritariamente rurales y no urbanizadas. Había un puñado de grandes centros industriales, generalmente fruto de la reciente y veloz expansión: San Petersburgo; Moscú; Kiev; Jarkov y Odessa junto a los nuevos centros mineros de la cuenca del Don, en la actual Ucrania, Varsovia, Lodz, Riga al Oeste; Rostov y la ciudad petrolera de Baku al sur. Pero las demás ciudades provincianas eran atrasadas.
En las aldeas, la forma tradicional de vida sobrevivía en buena parte, los campesinos aún poseían la tierra según el régimen comunal; y en muchas aldeas, el mir (consejo de la aldea), aún redistribuía periódicamente las parcelas.
Por supuesto que la emancipación transformó la vida de los campesinos, pero fue reglamentada con gran cautela de modo de minimizar el cambio y extenderlo en el tiempo. Continuaban trabajando su propia tierra, y a veces trabajaban bajo contrato la tierra de su anterior amo, mientras efectuaban pagos de “redención” al Estado, la comunidad de la aldea era colectivamente responsable de las deudas, implicando que los campesinos individuales aún estaban ligados a la aldea, aunque ahora por la deuda y por la responsabilidad colectiva del mir, no por la servidumbre. Los términos de la emancipación estaban previstos para evitar la afluencia en masa de campesinos a las ciudades y la creación de un proletariado sin tierra que representara una amenaza al orden público, pera también el resultado fue reforzar al mir y al viejo sistema de explotación de la tierra, y de hacer que a los campesinos les fuera imposible consolidar sus parcelas, mejorar sus posesiones o hacer la transición a la granjería independiente en pequeña escala.
Aunque abandonar la aldea en forma permanente era difícil, era fácil dejarlas en forma temporaria para trabajar como asalariado en la agricultura, la construcción, la minería o en las ciudades. Como uno de cada dos hogares campesinos de la Rusia europea tenía un integrante de la familia que había dejado la aldea en busca de trabajo, con una proporción más alta en Petersburgo y las regiones industriales centrales, la impresión de que la vieja Rusia sobrevivía casi inmutable podría ser engañosa.
La principal razón para la estrecha interconexión entre la clase obrera urbana y el campesinado era que la rápida industrialización era un fenómeno muy reciente. Pero aún entonces, la creación de una clase obrera urbana permanente quedó inhibida por los términos de la emancipación de los campesinos de la década de 1860, que los mantuvo atados a las aldeas.
A pesar de estas características propias del subdesarrollo, en algunos aspectos la industria rusa estaba muy avanzada para la época de la primer guerra mundial; el atraso relativo tenía sus ventajas al industrializarse tardíamente y con la ayuda de la inversión extranjera de gran escala, Rusia pudo saltear algunas de las primeras etapas, adoptar tecnología relativamente avanzada y dirigirse al tipo de producción moderna en gran escala.
Según la teoría marxista, un proletariado industrial altamente concentrado en condiciones de producción capitalista avanzada muy probablemente sea un revolucionario, mientra que una clase obrera pre-moderna que mantiene fuerte lazos con el campesinado no lo será. Sin embargo, la evidencia empírica del periodo 1890-1914 sugiere que el hecho de que la clase obrera rusa, a pesar de sus estrechos vínculos con el campesinado, era excepcionalmente militante y revolucionaria.
En primer lugar, la protesta económica limitada contra los empleadores – lo que Lenin llamó sindicalismo- era muy difícil en las condiciones que ofrecía Rusia, el gobierno tenía una importante participación en la industria nacional y en la protección de las inversiones extranjeras, y las autoridades no se demoraban en suministrar tropas frente a las huelgas; en segundo lugar, el componente campesino de la clase obrera rusa hacía que ésta fuese más, no menos revolucionaria, los campesinos rusos no eran como sus pares franceses, pequeños propietarios conservadores con in sentido innato de la propiedad. La tradición del campesinado de rebeliones violentas y anárquicas contra terratenientes y funcionarios, ejemplificadas por las revueltas de Pugachev en las revueltas de 1770, se volvió a manifestar en los alzamientos de 1905 y 1906: la emancipación de 1865 no había acallado en forma permanente el espíritu rebelde, pues no la consideraban una emancipación justa y adecuada, y cada vez más hambrientos de tierras, afirmaban el reclamo de tierras que no les había sido concedidas. Además, los campesinos que emigraban a las ciudades y se hacían obreros, a menudo eran jóvenes y libres de ataduras familiares, pero aún no estaban acostumbrados a la disciplina de las fábricas y padecían resentimientos y frustraciones que acompañaban al desarraigo.
Hasta cierto punto la clase obrera rusa fue revolucionaria, pues no tuvo tiempo de adquirir la “conciencia sindical” de la que escribió Lenin de ser proletario industrial arraigado, en condiciones de defender sus intereses a través de procedimientos no revolucionarios.
Sin embargo, las características “modernas” de la sociedad rusa, aún en el sector urbano y en los estratos superiores educados estaban aún incompletas. A menudo se afirmaba que Rusia no tenía clase media; y de hecho, su clase comerciante y de negocios continuaba siendo relativamente débil y las profesiones habían adquirido recientemente la jerarquía que se da por sentado en las sociedades industrializadas. A pesar de la creciente profesionalización de la burocracia estatal, sus niveles superiores continuaban dominados por la nobleza, que tradicionalmente era la que servía al estado.
La inteliguentsia rusa (rusos educados y occidentalizados), no se veía así misma como una elite, sino más bien como un grupo sin pertenencia de clase unido por una preocupación moral por la mejor de la sociedad, la capacidad de “pensamiento crítico” y, en particular, una actitud crítica y semi opositora al régimen. Para ellos era muy difícil percibir a la autocracia zarista como agente efectivo de modernización: los antecedentes de ésta eran demasiado erráticos, y su ideología política reflejaba con demasiada claridad nostalgia por el pasado más que una visión coherente por el futuro.

LA TRADICIÓN REVOLUCIONARIA- La misión que la inteliguentsia rusa se había auto asignado era mejorar a Rusia, por lo general aceptaba el socialismo (en el sentido que le daban los socialistas pre-marxistas europeos, en particular los “utopistas” franceses) como la forma más deseable de organización social, aunque no consideraban que fuese incompatible con una aceptación del liberalismo como ideología de transformación política. La vertiente de esta inteliguentsia conocida como populismo combinaba la oposición a la industrialización capitalista con una idealización del campesinado ruso, percibieron que el capitalismo había tenido un impacto destructivo sobre las comunidades rurales tradicionales de Europa, desarraigando a los campesinos de la tierra y forzándolos a sentarse en las ciudades, lo que los transformaba en un proletariado industrial explotado y carente de tierras. Anhelaban salvar la forma tradicional de organización aldeana de los campesinos rusos, la comuna o mir, de los estragos del capitalismo, pues lo creían una institución igualitaria, -tal vez una reliquia del comunismo primitivo- mediante el cual Rusia tal vez encontrara su propio camino al socialismo.
Entre 1873 y1874 integrantes de la inteliguentsia esta idealización del campesinado, así como la propia frustración de ésta a su propia situación y a las perspectivas de reforma política, llevaron al movimiento de masas espontáneo que mejor ejemplifica los anhelos populistas: el “ir al pueblo”, miles de estudiantes dejaron la ciudad para ir a las aldeas, no fue bien interpretado tanto por los campesinos como la policía zarista y las autoridades realizaron arrestos en masas. Los campesinos consideraron a sus visitantes no invitados como hijos de la nobleza y probables enemigos de clase. En 1881, el grupo de terroristas populistas Voluntad del pueblo logró asesinar al Emperador Alejandro II. El efecto no fue destruir la autocracia, sino asustarla, provocando más políticas represivas, mayor arbitrariedad y desprecio de la ley, así como la creación de un estado policial moderno.
En la década de 1880, como resultado de estos dos desastres populistas, los marxistas surgieron como grupo definido dentro de la inteliguentsia, repudiando el utopismo idealista, las tácticas terroristas y la orientación campesina que caracterizaba hasta entonces al elemento revolucionario. Los marxistas argüían que la industrialización capitalista de Rusia era inevitable y, que el mir campesino ya estaba en un estado de desintegración interna, apenas sustentado por el estado y las responsabilidades de recaudación de impuestos y pagos de redención impuesta por éste. Afirmaban que el capitalismo era la única vía posible al socialismo y que el proletariado producido por el desarrollo capitalista era la única clase en condiciones de producir la auténtica revolución socialista.
Hacia 1898 y 1914, el Partido Social-Demócrata Ruso de los Trabajadores dejó de ser terreno exclusivo de la inteliguentsia y se transformó, en sentido literal, en un partido obrero. En 1903, se celebró el segundo congreso del Partido Socialdemócrata Ruso de los Trabajadores, y sus dirigentes chocaron por un tema aparentemente menor: La composición del comité editorial del periódico del partido, dividiéndose el partido en las facciones “bolcheviques” y “mencheviques”, los bolcheviques seguían a Lenin, los mencheviques (que incluían a Pléjanov, Martov, y Trotsky) constituían un grupo mayor y más diverso, que consideraba que Lenin de había excedido en sus atribuciones.
Posteriormente a 1903, los mencheviques emergieron como los representantes más ortodoxos del marxismo, menos inclinados a forzar la marcha de los sucesos que conducirían a la revolución y menos interesados en crear un partido revolucionario organizado y disciplinado. Tuvieron más éxitos que los bolcheviques en ganar adherentes en las regiones no rusas del imperio, mientras que los bolcheviques los superaban en su convocatoria entre los obreros rusos..
En los últimos años de la pre-guerra 1910-1914 los mencheviques perdieron respaldo obrero, que fue ganado por los bolcheviques a medida que el estado de ánimo de los obreros se hacía más militante: los mencheviques eran percibidos como un partido más “respetable” y vinculado a la burguesía, mientras que a los bolcheviques se los consideraba más obreros y revolucionarios.

LA REVOLUCIÓN DE 1905 Y SUS CONSECUENCIAS; LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL- En el transcurso del medio siglo pasado, las guerras rusas no habían tendidos ni a ser exitosas ni a fortalecer la confianza de la sociedad en el gobierno. La humillación en la guerra de Crimea precipitó las radicales reformas internas de la década de 1860, la derrota diplomática sufrida por Rusia tras la guerra de los Balcanes a fines de la década de 1870 produjo una crisis política interna que sólo finalizó con el asesinato de Alejandro II. A comienzos del siglo XX la expansión rusa al lejano oriente chocó con Japón en la guerra de 1904. La consecuencia fue el espíritu de solidaridad nacional contra la autocracia y frente a la revolución liberal de 1905 el Zar Nicolás II concedía el principio de una constitución y prometía crear un parlamento electivo nacional (Duma), el manifiesto dividió a los liberales: los octubristas lo aceptaron, mientras que los demócratas constitucionales (cadetes) suspendieron formalmente su aceptación hasta tanto no se hiciesen nuevas concesiones, sin embargo en la práctica los liberales abandonaron la actividad revolucionaria para concentrarse en organizar los nuevos partidos octubrista y cadete para las ulteriores elecciones de la Duma.
Sin embargo, los obreros mantuvieron su actividad revolucionaria hasta fin de año, en octubre los trabajadores de san Petersburgo organizaron un “soviet” para proveer a la ciudad de una suerte de gobierno municipal de emergencia durante el un periodo en que las otras instituciones estaban paralizadas y tenía lugar una huelga general. Pero también se convirtió en un foro político para los trabajadores, y, en menor grado, para los socialistas de los partidos revolucionarios. El soviet de Petersburgo fue dispersado policialmente lo que llevó a una insurrección armada del soviet de Moscú, en que los bolcheviques habían ganado considerable influencia.
El resultado político de la revolución de 1905 fue ambiguo e insatisfactorio, Nicolás dejó claro de que Rusia era una autocracia, que si bien ahora consultaba al parlamento electo y los partidos estaban legalizados; pero la Duma tenía poderes limitados; los ministros sólo respondían al autócrata. Y una vez que las Dumas se mostraron insubordinadas fueron arbitrariamente disueltas; se introdujo un sistema electoral que les quitó prácticamente autoridad a varios grupos sociales y dio un excesiva representación a la nobleza terrateniente. Lo que la revolución de 1905 no cambió fue el régimen policial.
Ni los bolcheviques, ni los mencheviques tuvieron más que una participación marginal en la revolución obrera de 1905, no es que los obreros los hubiesen rechazado, sino que fueron sobrepasados, esto hizo que Lenin mirara esto con cierta frialdad. La revolución había llegado, pero el régimen se había defendido y había sobrevivido.
Una de las malas noticias que trajeron los años de pre fue que el régimen se estaba por embarcar en un programa de reforma agraria de fondo. Las insurrecciones campesinas de 1905-1907 habían persuadido al gobierno de abandonar su premisa anterior de que el mir era la mejor garantía de estabilidad rural. Cifraba ahora sus esperanzas en la creación de una nueva clase de pequeños granjeros independientes. Ahora se alentaba a los campesinos a consolidar sus posesiones y separarse del mir. Para 1914 un 40% de los hogares campesinos de la Rusia europea se habían separado formalmente del mir, aunque sólo una cantidad relativamente pequeña de ellos había completado los pasos para establecerse como propietarios que explotaran sus tierras propias y consolidadas. Las reformas de Stolipin eran “progresistas”, según la teoría marxista ya que sentaban las bases para el desarrollo capitalista de la agricultura. El campesinado tradicional de Rusia era dado a la insurrección. Si las reformas de Stolipin funcionaran, el proletariado rural perdería un importante aliado revolucionario.
En vísperas de la Primera guerra mundial, la situación de la autocracia era precaria, la sociedad estaba profundamente dividida y la estructura burocrática era frágil y su capacidad estaba excedida. La guerra expuso e incrementó la vulnerabilidad del antiguo régimen ruso. El público aplaudió las victorias pero no toleró las derrotas. La legitimidad del régimen era ya extremadamente precaria.-

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